sábado, 5 de diciembre de 2020

FAUNA MEDITERRÁNEA III: AVIFAUNA

Basta una mirada rápida al cielo, o a un árbol cercano, o simplemente prestar un momento de atención a lo que estamos oyendo para darnos cuenta que decenas de aves revolotean en nuestro alrededor. 

La representación de la avifauna en el ecosistema mediterráneo es muy notable. Algunas especies permanecen perennes durante todo el año, otras vienen a reproducirse y una tercera clase son las que vienen en el invierno y lo utilizan a modo de cuarteles invernales para comer y nutrirse con los variados frutos que este ecosistema les proporciona, tales como bellotas, madroños, bayas y frutillos de diferentes especies arbustivas. Habitan en cualquier lugar, ya sea bajo las tejas de nuestras casas, en los recovecos y agujeros de monumentos históricos, pasando por los jardines y parques, prados, dehesas y llegando hasta lo más denso y oscuro montarral del bosque mediterráneo.

Podemos desgranar esta avifauna mediterránea en 4 grandes grupos : la más abundante y variopinta, por supuesto, son las aves de pequeño porte o, simplemente, pájaros y pajarillos. En un segundo grupo podríamos agrupar a Palomas, Tórtolas, Patos y aves de similar tamaño. En un tercer grupo todas las zancudas como son las Cigüeñas, Garzas, etc. Y finalmente el grupo a mi parecer es el más interesante : las Rapaces, tanto diurnas como nocturnas.

Pero lo que realmente da vida y alegría al bosque eso son los miles de pájaros que entre las ramas de los árboles entonan maravillosos y variados cantos. Ciertamente, estos sonidos se hacen más patentes en primavera, ya que muchos de los pájaros que habitan durante los meses de primavera y verano emigran en invierno a otras latitudes (sobre todo a África) en busca de tiempo más favorable y comida. La mayoría de todos los pájaros y pequeñas aves se agrupan en una familia, la de los Paseriformes, aunque hay aves como son la Abubilla, el Chotacabras Pardo o el Abejaruco que pertenecen a otras familias. Dentro de los paseriformes podemos encontrar una variedad morfológica y cromática casi infinita que va desde el pintado y bonito jilguerillo hasta las ruidosas y negras grajas y chovas que con sus monótonos graznidos inundan plazas y plazuelas siendo lugar de anidación habitual las iglesias y los monumentos. La abundancia de la paseriformes es tal que conviven en un mismo ecosistema y nicho ecológico más de 300 especies de aves, y por lo tanto, las que más y mejor representación tienen en el monte mediterráneo.

Entre las ramas de encinas, alcornoques, madroños y acebuches, o bien, entre el matorral arbustivo podemos observar Jilgueros, Verdecillos, varias especies de Currucas, Mirlos, Tarabillas, Verderones, Oropéndolas, Herrerillos y Carboneros, estos dos últimos fabulosos trepadores invertidos, que buscan cabeza abajo y entre la corteza pequeños bichitos para llevarse al pico. Más aficionados a andar sobre la superficie terrestre son las Totovías, Cogujadas o Cogutas y las Lavanderas Blancas y Boyeras, cuya característica en común de todas ellas es poseer unas patas y dedos adaptados a caminar y llegando a poseer todas ellas una rápida carrera. También existen una serie de especies que se desenvuelven muy bien entre el matorral arbustivo del monte como son los Petirrojos, numerosas especies de “pájaros jaraleros” y varias especies de Zarzeros que como su nombre indica regentan zarzas y zarzamoras. Otras aves del monte mediterráneo son los los Zorzales comunes y los Estorninos que bien entrado el otoño y durante el invierno nos visitan para alimentarse sobre todo del fruto del olivo, la aceituna, aunque no dejan de llevarse al pico otros como las bellotas, cerezas y madroños. Habitantes de los tejados y en general de todo el casco son las Golondrinas, Vencejos, Aviones y los gorriones con sus dos especies : el Gorrión Molinero, con un negro antifaz sobre su cabeza y el Gorrión Común más pequeño que el anterior, ambos se caracterizan por ser bastante ruidosos durante la reproducción y durante el invierno cuando se juntan para dormir en las llamadas “adormideras”. También son fácilmente reconocibles en el campo otras aves como son Alcaudones comunes y reales, Ruiseñores, Urracas, Gragillas y Arrendajos, pero quizás sea el Rabilargo el ave de pequeño porte que más se identifica y define el monte mediterráneo, su colorido cuerpo, su larga cola y ,sobre todo, lo escandalosos que son con un sonido muy peculiar y único en las arboladas dehesas hacen de este pájaro uno de los más fáciles en su reconocimiento.

La alimentación de todas estas aves está basada principalmente en granos( cereales, trigo, avena...), frutos(bellotas, aceitunas, madroños y bayas o moras) o insectos e invertebrados, denominándose según sea nutrición como granívoros, tal es el caso de gorriones, jilgueros, tarabillas, verdecillos, etc ; frugívoros, como son los zorzales, estorninos y currucas ; e insectívoros, donde encontramos herrerillos, carboneros, petirrojos, etc. Incluso, algunos pueden alimentarse de pequeños vertebrados, ese es por ejemplo el caso de Alcaudón, que puede dar caza a lagartijas, algunos batracios y pequeños roedores. La mayoría de las especies tienen un patrón fijo de alimentación, por eso sobra decir, que aquellos que se alimentan de insectos cuando acaba el verano están obligados a la emigración en busca de nuevos prados y bosques donde encuentren su sustento habitual, en este caso saltamontes, chinches, hormigas, moscas... En cambio otras especies, como es el gorrión, lo que hacen es cambiar el hábito alimenticio, es decir, durante lo meses de primavera y verano aprovechan la abundancia de insectos y granos y cuando comienzan a sentirse los primeros fríos del otoño y durante todo el invierno, la retirada de toda clase de insectos en los campos obligan al gorrión a cambiar su dieta y a sustituirla por lo que hay o lo que queda en el periodo invernal.


Por otro lado, en cualquiera de las tardes otoñales e invernales paseando por el encinar de la dehesa se pueden escuchar los arrullos y zureos de las Palomas Torcaces con mucha facilidad. También bien entrada ya la primavera entre finales de marzo y comienzos de abril podremos los arrullos característicos de los machos de la Tórtola común que por esos días anda a la busca de una compañera con la cual aparearse y nidificar. La mayoría de palomas y tórtolas provienen de latitudes más norteñas, aunque ambas especies se distribuyen por toda Europa. Las torcaces son aves migradoras parciales y millones de ellas invernan en nuestros alcornocales y encinares sobre todo en el sur de la Península, siendo las dehesas extremeñas lugares frecuentes y muy preciados por esta especie de columbiforme. Y si llenan con sus siluetas alcornoques y encinares no es por casualidad, una vez más la bellota es lo que vienen a buscar, aunque también se alimentan durante su periodo de estancia de cereal y otros frutillos. Tal es la voracidad de la Paloma torcaz que las bellotas se las traga enteras y se han llegado a encontrar hasta ¡10 bellotas ! en el buche de este animal. También en ese largo paseo, con mucha cautela y sigilo, podremos observar en cualquier masa de agua estancada, el precioso colorido de principalmente dos especies de Anátidas : el Pato Cuchara, que utiliza su pico en forma de cuchara para filtrar selectivamente el agua y así poder alimentarse de los animalillos microscópicos que en ella viven y el Ánade Real (o Azulón) adaptado a la pesca mediante buceo. Tampoco hay que olvidar a las Fochas y Pollas de agua que con su aspecto rechoncho nos recuerdan a las domésticas gallinas.


Y ya para finalizar, hablar de las reinas de los humedales, pantanos que por su gran tamaño y su imponente y bella estampa quedan a más de uno maravillados ante su presencia, y me estoy refiriendo a garzas y a las cigüeñas. Las Zancudas como se les denomina habitualmente pertenecen a la familia de las Ardeidas y las Cicónidas respectivamente. Miembros destacados incluidos en la familia de las ardeidas son tres especies : la Garza Real, la Garza Imperial y la Garcilla Bueyera. Las dos primeras las podemos reconocer y a la vez diferenciar por sus colores grisáceos para la real y los pardos para la imperial, aunque también es verdad el tamaño y envergadura de la garza real es mayor que la de su pariente. Ambas son excelentes pescadoras y por eso son inquilinos habituales sobre todo de pantanos y embalses donde pescan carpas, barbos y batracios utilizando el método “arponero”, es decir, cuando están situadas en los márgenes de un embalse y ven a su presa nadar sobre su campo de acción, lanzan su pico y estiran su largo cuello y con un corto pero rápido estiramiento y acoplamiento de su cuello atrapa a su presa tal y como utilizan los barcos balleneros su arpón para dar muerte a los cetáceos. Más pequeña y de color totalmente blanco es la otra garza de la que os hablo, la Garcilla bueyera, y no es sólo su color y tamaño lo que la diferencia de las otras dos especies sino también sus hábitos alimenticios y su hábitat principal que en este caso son las praderas, sembrados y cultivos con ganado vacuno ( y de hay su nombre), al cual desparasita a la vez que le sirve de sustento. Emparentadas con estás aves provistas de zancos están la Cigüeña Negra y la Blanca, bien sea por sus largas patas o por sus preferencias alimenticias, ya que al igual que las garzas real e imperial son buenas en el arte de la pesca y acompañan en numerosas ocasiones a estás en sus jornadas de pesca en las orillas de cualquier masa de agua estancada, pero a diferencia de las garzas su estrategia de pesca es la del “buceo” introduciendo la cabeza en el agua durante un periodo corto de tiempo es esperando que algún despistado pescaito pase por el lado de su rojo pico para posteriormente dar buena cuenta de el. Y que decir de nuestra vecina blanquinegra que no se haya dicho ya, que con sus grandes y fornidos nidos adornan iglesias y monumentos y con su característico e inconfundible “gazpacho” durante la primavera nos anuncian que ya están aquí, preparadas para llevar a cabo la reproducción. Mucho más esquiva y solitaria es su prima la negra que aprovecha las densas masas forestales de encinas y alcornoques para anidar, aunque también suelen anidar en roquedos y canchales, tal es el caso del nido de cigüeña negra que se puede observar desde el Salto del Gitano en el Parque Nacional de Monfragüe. Su color es completamente negro, excepto la pechera y su cola, sus patas rojas al igual que su pico. Su color negro, es un negro brillante que reflejado por el sol da una gran variedad de colores metálicos tales como el verde, el naranja o el violeta.


©Emilio J. Orovengua

1 comentario:

VerdePrado dijo...

Muy interesante la verdad. Desde pequeño siempre me llamo la atención la migración de la aves.