Rojos, negros, marrones, naranjas,
violetas, carnosos, de casca dura, blandos, jugosos y también...tóxicos. Si nos
paramos a pensar y ha observar un momento lo que el bosque mediterráneo nos
ofrece cada estación otoñal, podríamos hacernos de una despensa bastante generosa con todos estos los frutos, frutillos y bayas.
Y es esta “despensa natural” de
frutos del bosque la que muchas especies de animales, sobre todo mamíferos y
aves, aprovechan cada otoño sobre todo para cargarse de energía y vitalidad
ante la llegada de la estación invernal, siempre dura, donde los
recursos alimenticios escasean y la meteorología ponen a prueba la supervivencia de la vida
del bosque y el monte mediterráneo.
Pero para recoger hay que
sembrar, y nada de esto sería posible sin la participación, colaboración y
acción de unos pequeños insectos himenópteros que dedican gran parte del año en
ir de flor en flor transportando un precioso tesoro llamado polen. Sin las
Abejas no podríamos saborear los jugosos frutos de otoño, y es más, sin la Abejas
la vida de los Hombre y de la misma Humanidad tal y como la conocemos estaría
comprometida. La polinización es clave para los cultivos y el desarrollo de la
agricultura que, por muchos avances tecnológicos, mecánicos o digitales que
pongamos al servicio del campo, son al final estos ( y otros miles más) de pequeños
insectos quienes dictan el desarrollo y el bienestar de la especie humana. Ellos
son los que polinizan las flores de los árboles frutales, de los cuales animales
y personas disfrutan en las distintas épocas del año.
Pero volvamos al título del post,
los frutos de otoño qué son, cuáles son y qué importancia que estos tienen en
el mantenimiento y la supervivencia de la vida desde Septiembre hasta finales de
Diciembre en el bosque.
Los frutos se clasifican en
diferentes tipos, según la disposición de las semillas en su interior; las
bayas y drupas son frutos carnosos que contienen una o varias semillas en
su interior, encerradas en un hueso en el caso de las drupas (melocotones,
ciruelas) o sin hueso en las bayas como son la uva o la grosella. Por otra parte,
los frutos secos tienen un envoltorio no carnoso que rodea las semillas. En el
caso de los aquenios, como la avellana, este envoltorio permanece cerrado
cuando el fruto está maduro.
La lista de los frutos de otoño en el bosque mediterráneo es larga: castañas, frambuesas, azarollos, enebros, bellotas, nueces, saúcos, endrinos, escaramujos, avellanas, membrillos, madroños, almendras, aceitunas, nísperos, higos, bayas.
Bellotas |
Madroños |
A otros frutos que hay que préstales
especial atención ya que detrás de su apariencia jugosa y apetitosa se esconde
cierto peligro si las ingerimos, aunque si los conocemos podremos ahorrarnos más
de un susto gastrointestinal. Estas especies son las más representativas y
abundantes y que pueden suponer un riesgo para nuestra salud si las comemos: nueza, dulcamara, hierva de París, convalaria, viburno o durillo, rusco y menos abundante, pero muy
peligrosa la belladona, cuya toxicidad provoca una dilatación de las pupilas,
lo que embellece a las mujeres o las damas (de ahí su nombre, Bella-dama)
Durillo |
Rusco |
Nueza |
Los frutos de otoño son una parte importante en de la dieta de ciervos, corzos, jabalíes, gamos, pero también de roedores como ratones, topillos, lirones y multitud de especies de pájaros y de otros que os sonarán raros, pero que en los inviernos que son meteorológicamente muy duros se atiborran de estos recursos carnosos, los zorros.
Son un auténtico manjar y placer para nosotros, pero indispensables para la vida que se desarrolla en la espesura, donde lo delicioso se convierte en vital y donde los placeres se convierte una cuestión de vida o muerte, de pasar el invierno o morir en el intento…
©Emilio J. Orovengua
Hola
ResponderEliminarInteresante blog. En otoño todos estos frutos han sido imprescindibles para la fauna. Una pena que los madroños ya no estén tan extendido en nuestros bosques.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, magoverde
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